lunes, 18 de febrero de 2013

La sostenibilidad de los sistemas sanitarios: ¿cuestión de servicios?


La sostenibilidad de cualquier sistema sanitario se basa en una (aparentemente simple) ecuación entre los recursos disponibles y el gasto necesario para poder mantener los servicios que el sistema sanitario ofrece. Por tanto, independientemente de los servicios que se quieran o se puedan prestar, si los recursos disponibles no son suficientes, la ecuación no tendrá una fácil solución. También es verdad que unos recursos abundantes no aseguran una sostenibilidad del sistema sanitario. Cuando el despilfarro entra por la puerta, la sostenibilidad del sistema sanitario sale por la ventana. En el caso de España la financiación es mayoritariamente pública y la viabilidad del sistema sanitario se complica debido a la escasez de recursos. La actual crisis económica no tiene un gran peso en la sostenibilidad del sistema sanitario. Si no hubiera corrupción y el porcentaje del PIB que en España se dedica a sanidad se gestionara bien, la crisis no haría plantearnos la sostenibilidad del sistema. En la Gran Depresión de 1929, el PIB de USA retrocedió un 30 %, cosa que no ha sucedido en la actual crisis. Evidentemente, aquí influyen decenas de factores, que se intentarán describir.



España es el país de la picaresca, de Rinconete y Cortadillo, de “coge el dinero y corre”, del “sálvese quien pueda”, de “tonto el último”... La corrupción campa a sus anchas. No hay nada más lucrativo en este país que ser concejal de urbanismo de algún ayuntamiento. El dinero negro deambula a sus anchas. La economía sumergida asoma por las esquinas. Una corrupción política que no conoce fronteras partidistas ni apegos territoriales. Las cuentas “B” discuten codo con codo con las “A”. Los sobres van de aquí a allá, los EREs (expediente de regulación de empleo) fraudulentos van de allá a aquí…  Opacos maletines, comisiones ilegales, nepotismo a todas las escalas… Políticos que cobran 20.000 € al mes. Televisiones locales a diestro y siniestro. Dobles canales televisivos autonómicos. Aeropuertos fantasmas por doquier.  Flamantes tranvías sin uso aparcados en las cocheras tras inversiones millonarias (véase el caso de Jaén). Presupuesto de obras civiles que se inflan un 40 % tras la adjudicación. Bibliotecas vacías.  Paraísos fiscales a gogó. Algo está pasando cuando el 78 % de la población cree que el partido del Gobierno maneja dinero negro.

Banqueros que condonan deudas a los partidos políticos, políticos que nombran a los tribunales, tribunales que absuelven a los banqueros. Esto es un círculo vicioso, sustentado en tres pilares, donde parece que la metástasis del cáncer de la corrupción se ha diseminado por los poderes del Estado. Los políticos han extendido su control a gran parte de la vida económica y judicial. Órganos de Competencia, Banco de España, Tribunal de Cuentas, CGPJ, Tribunal Constitucional, etc. Grandes decisiones de la inversión pública quedan dentro del radio de influencia de los partidos, con una financiación que sigue siendo un coladero. Todos los casos de corrupción  no han pasado desapercibidos en las grandes plazas bursátiles. La imagen de España está muy dañada, y esto supone una amenaza para las reformas estructurales necesarias y ralentizan la senda de la recuperación. Titulares como “en España reina la dictadura de la corrupción” inundan las grandes cabeceras europeas en los últimos tiempos.



Sindicatos que están financiados en un 90 % por dinero público. Asociaciones empresariales y partidos políticos que viven gracias a las subvenciones del Estado. Banqueros que se jubilan con pagos mensuales vitalicios de varias cifras, a pesar de que la entidad que presidían haya tenido que ser rescatada por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). La corrupción política se ha instalado como un personaje habitual del paisaje, tolerada por una ciudadanía desencantada con su clase política. Ahí tenemos al hasta diciembre de 2010  presidente de la CEOE en la cárcel de Soto del Real por alzamiento de bienes y blanqueo de dinero. Y el actual vicepresidente ya apunta maneras…

Aquí la banca siempre gana. Si las inversiones de las entidades financieras son lucrativas, los miembros del consejo de administración se llevan grandes cantidades de dinero. Si las inversiones son una calamidad, entonces se llama a “papá-Estado” a que lo resuelva y son los contribuyentes los que asumen ese riesgo. Es lo que se conoce como jugar a caballo ganador.
Duplicidad de organismos públicos, con las diputaciones como paradigma. España parece un conjunto de reinos de Taifas, donde todos quieren “mojar”. A pesar de que el Gobierno cuenta con una Secretaría de Estado para la Cooperación Internacional, ahí tenemos a la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo, dependiente de la Consejería de Presidencia, que con su presupuesto de 2012, además de pagar las nóminas de decenas de empleados, realiza subvenciones variopintas como los 400.000 € para la “Información y capacitación en la coordinadora de centrales sindicales andina (Bolivia)” o los casi 140.000 € para la “Investigación aplicada al desarrollo y formación sobre visiones del desarrollo y educación para una ciudadanía crítica y transformadora. Andalucía”. Y eso solo en una Agencia y en un año… No dejar de ver el vídeo “Que caiga ya el meteorito”.


Si sumamos el dinero del despilfarro de las múltiples y variadas subvenciones, las duplicidades de organismos públicos, la corrupción política, la evasión fiscal… se podrían sufragar varios sistemas sanitarios. Con esta corrupción, con este despilfarro, no hay sistema sanitario que se pueda sostener.
Una vez descrito el factor determinante, a mi entender, de las dificultades de nuestro sistema sanitarios, es necesario analizar otros factores que intervienen en la sostenibilidad del sistema sanitario español.
En los primeros años del milenio, España ha disfrutado de unas condiciones económicas buenas, y se han vivido experiencias consumistas hasta ahora desconocidas, amparadas en la burbuja inmobiliaria y en el monocultivo del ladrillo. Esto ha permitido a los distintos gobiernos incorporar unas prestaciones, unas con base científicas y otras con claros fines políticos, que en épocas de “vacas flacas” como la actual, son difíciles de mantener, y en época de vacas flacas, difíciles (políticamente) de retirar.

Una vez que se tienen los recursos que se tienen, habría que maximizar el rendimiento de estos recursos, que como es sabido siempre son limitados, utilizando criterios de coste/efectividad y de evidencia científica, y evitando los despilfarros. Se ha estimado que los despilfarros en el sistema sanitario ronda el 25-30 % del gasto en salud. En una rápida valoración, se podría achacar este porcentaje al colectivo médico. Factores como la medicina defensiva, el mayor peso del criterio de los pacientes en la relación terapéutica y, cómo no, la influencia de la industria en las decisiones clínicas, están relacionados con este despilfarro.
Un papel que también influye en el despilfarro es el nivel educativo de la población. El clásico ejemplo del paciente que no acepta el alta médica del servicio de Urgencias hasta que no le hagan un TAC. Sin saber el paciente lo que supone económicamente esa exploración, por supuesto, la radiación que va a recibir (la radiación que se recibe en un TAC de tórax equivale a la de 200 radiografías de tórax). Queremos que se tenga en cuenta la opinión de los pacientes para poner fin a la relación paternalista, vertical, del médico con el paciente, para que el paciente ocupe un espacio que le corresponde pero no queremos asumir el despilfarro que implica la incorporación de un criterio no clínico.


La transferencia de las competencias en materia sanitaria del Estado a las Comunidades Autónomas [CCAA] (1983-2001) ha generado la creación de 17 sistemas regionales de salud, con cartera de servicios desiguales, con retribuciones dispares en función de la CCAA y con modelos de gestión diferentes. Esto, además de crear desigualdades en las prestaciones ofertadas,  complica la correcta gestión de la sanidad en España. Sería conveniente que el Gobierno Central recupere cierto poder de gasto. Ya hay quien ha sugerido la creación de un NICE español, que impida que las desigualdades de oferta se traduzcan en desigualdades de acceso.

Hay un criterio que en los últimos años está tomando una intensa relevancia es la seguridad del paciente. Hay cientos de muertes achacables a errores dentro del hospital. Caídas, infecciones nosocomiales, errores en la identificación de los pacientes… Según la OMS, la probabilidad de morir por un error en la asistencia médica al ser ingresado en un hospital es de 1/300, mientras que la probabilidad de morir por accidente aéreo es de 1/10 millones: es más peligroso ingresar en un hospital que volar en avión.  En un estudio de 1999, se estimó en 60.000 los pacientes que murieron en EEUU por errores médicos. El simple lavado de manos del personal sanitario evite cientos de muertes.


Hay males endógenos en la sanidad española que tienen su peso específico. Hay una excesiva politización de la sanidad. La política toma la sanidad como herramientas para conseguir objetivos políticos. No siempre son los criterios clínicos y de eficiencia los que predominan cuando se toma una decisión que afecta a la salud, como la apertura de un nuevo hospital o la implementación de una nueva tecnología. Nos llenamos la boca con la equidad pero con la politización de la sanidad que hay, la equidad va a depender en gran medida de intereses políticos. Por no mencionar que la equidad en el territorio español se antoja complicada, cuando existen 17 sistemas regionales de salud, cada uno “de su padre y de su madre”. Sería conveniente disminuir el número de elementos de política y aumentar el número de elementos de gestión, con una correcta evaluación, tanto en términos de satisfacción de los usuarios como en términos de calidad, haciendo públicos dichos indicadores, abandonando la opacidad en aras de la transparencia. En muchas ocasiones, los profesionales sanitarios tienen las manos atadas por la normativa impuesta de la clase política, que monopoliza el camino del algoritmo diagnóstico y limita el acceso a determinados servicios a parte de la población.
 
Es importante que los usuarios del sistema sanitario se sientan identificados con el propio sistema. Pero también es importante que el personal sanitario se sienta identificado con el sistema, y que los profesionales se alineen con la empresa. La política de contratación de las autoridades sanitarias, fomentando la eventualidad, la inestabilidad laboral y el abandono de la conciliación de la vida laboral y familiar, trae consigo que el personal sanitario no se sienta identificado en muchas ocasiones con la empresa para la que trabaja. Por no hablar de las retribuciones, capítulo que merecería una reflexión más profunda.
La formación continuada de los profesionales sanitarios ha estado financiada sólo parcialmente por los sistemas sanitarios, dejando un hueco que han sabido rellenar la industria, con las implicaciones que esto puede ocasionar. A veces no sólo ha sido la formación continuada, sino la dotación tecnológica de algunas unidades.

El papel de la prevención es discutido y discutible. No son pocos los que defienden la idea de un exceso de prevención con asuntos como la osteoporosis, la hipercolesterolemia. Es evidente que la industria farmacéutica está interesada en la prescripción de medicamentos en el mayor número de escenarios clínicos posibles. Por otro lado, la población tiene una excesiva tendencia a estar medicada, y cuando se junta el hambre con las ganas de comer… De aquí surge el concepto de prevención cuaternaria, planteado por Juan Gérvas y Mercedes Pérez Fernández, como el conjunto de actividades sanitarias que atenúan o evitan las consecuencias de las intervenciones innecesarias o excesivas del sistema sanitrio. Creo que aunque esta teoría de la sobremedicalización tiene una base cierta, pero es difícil de revertir, dada el enraizamiento que tiene el tema en la población. Estos mismos autores comentan el auge de las enfermedades imaginarias, y abogan una medicina clínica cercana, científica y humana. Este concepto choca con la definición de salud de la OMS "La salud es un estado de completo bienestar físico, menal y social, y no sólamente la ausencia de afecciones o enfermedades". Cualquier situación de ausencia de de dicho bienestar será identificado por el sistema como enfermedady, por tanto, el sistema lo considerará candidato a ser incluido en el mismo.Y ello implica consulta médica, y sus correspondientes procesos diagnóstico y, en su caso, terapéutico, siempre en el entorno de una relación médico-paciente que la sociedad exige.   

La industria juega un papel clave en las situaciones de sobrediagnóstico y sobretratamiento. La misma población demanda esta práctica. Evidentemente, tomar 5 medicamentos es peor para la salud que no tomar ninguno. La población quiere concretar sus dolencias. No quiere tener un conjunto de signos y de síntomas inespecíficos, quiere tener una enfermedad, con nombre y apellidos.  Y quiere una medicación que sane su enfermedad, efecto placebo aparte.
Se podría debatir sobre la pertinencia o no de incluir en la cartera de servicios de un sistema de salud algunas prestaciones, como la cirugía de reasignación sexual u otras, pero esto sería el “chocolate del loro”. Esto no afecta en absoluta en la viabilidad de un sistema. Son decisiones políticas. También se podría debatir el porqué la salud bucodental completa no está incluida en la cartera de servicios de los sistemas regionales de salud en España. No creo que sea porque un dolor de rodilla duele más que un dolor de muelas…

Con una mayor disponibilidad de recursos (obtenidos de una mejor gestión de la administración y del abandono de la corrupción) y una optimización de los recursos destinados a la sanidad, evitando el despilfarro, el sistema sanitario español sería perfectamente viable. La implementación de salud en todas las políticas, una gestión menos politizada, basada en estándares de calidad y alineada con los verdaderos intereses de los ciudadanos y de los profesionales sanitarios, harían que cualquier modelo de sistema sanitario fuera viable. España requiere un amplio aliento regeneracionista, que involucre a todas las fuerzas políticas y sociales en un Pacto de Estado con mayúsculas.
Por tanto, no se trata de dar más o menos servicios, sino de una mejor financiación y de una mejor gestión.

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