sábado, 11 de agosto de 2012

"Sanidad y Propaganda", de Javier Clavero en Diario de Sevilla, 16-6-12

La mayoría de los andaluces no querrá creerlo, pero hace más de treinta o cuarenta años, cuando no había autonomía y los socialistas cabían en un 600, los principales hospitales del actual SAS ya existían. Había una sanidad pública de calidad cuya cobertura creció hasta alcanzar al 90% de la población. La clase obrera accedía gratis a los mejores hospitales mientras propietarios, empresarios y profesionales liberales, aún excluidos, debían conformarse con consultas y clínicas privadas, en gran parte obsoletas. Por los medicamentos los trabajadores pagaban el 10%, frente al 40% actual. Los hospitales adoptaron el cuidado integral del paciente, sin necesidad de familiares u otra ayuda externa como se ha impuesto ahora; se introdujo la formación MIR, la especialidad de médicos de familia y las escuelas laicas de enfermería. La administración, pequeña y austera, se dedicaba a aplicar la norma y los rigurosos procedimientos de la Seguridad Social. No se admitía el déficit ni se conocía la deuda. El presupuesto era ley que se cumplía. 


Todo esto es constatable, pero decirlo en Andalucía constituye una provocación tan grave como la de aquel ingenuo que osó señalar al rey desnudo. Como en la fábula, se ha impuesto otra verdad que sostiene que el sistema sanitario público andaluz es un "logro" de nuevo cuño conseguido por el partido que ha monopolizado la autonomía a lo largo de sus treinta años, que sin duda se perdería si hubiese alternancia política. El andaluz es el sistema sanitario más moderno, avanzado, eficiente, universal y gratuito. Un ejemplo para la Humanidad que debe ser defendido de los enemigos cuya obsesión es privatizarlo para volver al pasado cuando la medicina era sólo para ricos. 


A cualquier observador independiente le sonará esto a publicidad de mercadillo, pero nadie podrá negar el éxito y el calado que ha conseguido en la población. Hasta la oposición política ha aceptado el "logro" como una realidad que no conviene tocar para no incomodar a una opinión pública que se siente a gusto con el engaño. Pero, aunque quisiéramos seguir escuchando mentiras, como pedía Johnny Guitar a Vienna, con la crisis económica los decorados se han venido abajo quedando en evidencia la futilidad del discurso oficial, los intereses que lo soportan y, sobre todo, lo caro que nos sale a todos un sistema concebido más para ganar elecciones a través del clientelismo que para la atención sanitaria normal. 

El giro copernicano hizo imprescindible el sometimiento ideológico de los profesionales para lo que no se dudó en eliminar la convocatoria regular de oposiciones sustituyéndola por la interinidad y la discrecionalidad. Junto a ello se ha desarrollado una pesada maquinaria administrativa dedicada a la producción ideológica, la intervención, el control y sometimiento, constituida por la escuela de salud, fundaciones y agencias, los centenares de unidades de gestión y las miles de jefaturas de todo tipo y condición, además de los agentes e informadores encargados de dictaminar informalmente quién está en línea ("en la cuerda", en su propio argot) y quién se aparta de ella. 

Después de treinta años de perseverante acción apropiadora se ha conseguido que los médicos y enfermeras andaluces anden ocupados en una maraña informal de actividades burocráticas de unidades de gestión, contratos programas, teoría de los procesos, acreditaciones o cursos de formación de disciplinas vacías, lenguajes estereotipados y ciencias extrañas cuyo único fin es asegurar la sumisión ideológica, y que no decaiga el poder de la "cuerda". 


Este mundo egocéntrico, pomposo y extravagante construido por exclusivas razones de poder electoral y de ocultación de las carencias, ha saltado por los aires cuando la falta el dinero se ha plantado como un hecho insoslayable. Por mucho que se agiten los fantasmas privatizadores, cuando se baja dramáticamente el sueldo a los trabajadores y se alejan las perspectivas de sostener el déficit, la desmesura del tinglado propagandístico queda en evidencia como el rey desnudo al ser señalado por un dedo inocente. 

Si existiese un atisbo de responsabilidad social en la Junta, antes que recortar sueldos y prestaciones, procedería a eliminar la inútil estructura propagandista que ha creado. Si después de ello hubiera que recortar, al menos se haría con la autoridad de que no se está despilfarrando en estructuras ajenas a la asistencia y se le ha devuelto a médicos y enfermeras la responsabilidad profesional que naturalmente les corresponde. Pero por desgracia no es este el camino elegido. Los gobernantes, que se han hecho en base y con la propaganda, se aferran a ella como al último clavo ardiendo.

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